lunes, 23 de enero de 2012

Sobre la colusión Televisa-TV Azteca

Prevenir el mal

Denise Dresser


Reforma
23 Ene. 12

"Es más fácil prevenir el mal que rectificar un error", escribió alguna vez George Washington. Y eso es lo que habría que hacer en México hoy. Impedir el error. Frenar el equívoco. Parar la postración. Clamar en contra de la fusión Televisa-Iusacell por el daño que entrañaría para la competencia, para la pluralidad en la pantalla, para la lucha contra los monopolios y en favor de los consumidores. Porque la unión de ambas empresas constituiría un golpe a la Constitución que prohíbe los monopolios y la Comisión Federal de Competencia contribuiría a crear otro si la aprueba. Porque la alianza entre Televisa y TV Azteca entrañaría la gestación de una nueva criatura del Estado, lista para acorralarlo aún más. Las televisoras ya son poderes fácticos que doblegan diputados, construyen candidaturas, presionan a Los Pinos y chantajean a quienes dicen gobernar desde allí. ¿Para qué darles más de lo que ya tienen?

Más influencia a dos empresas que concentran el 88 por ciento de todas las concesiones de television abierta. Más cancha a quienes poseen 51 por ciento de todos los canales espejo de television digital. Más peso a quienes acaparan 94.4 por ciento de la audiencia televisiva nacional. Más ganancias a quienes se apoderan del 58 por ciento del total de la influencia publicitaria en México. Más favores a quienes reciben cada año 30 por ciento del gasto de comunicación federal. Dos empresas que prometen competir entre sí, pero tienden a coludirse cuando les conviene. Dos empresas que dicen ser enemigas en el ámbito de la television abierta, pero se vuelven amantes en todos los otros mercados. Contribuyendo así -en el futuro- a la concentración anticompetitiva, al acaparamiento antidemocrático, al engrandecimiento de un monstruo contra el cual casi ningún político o ningún regulador se atreve a pelear.

De allí la importancia de defender a Eduardo Pérez Motta, presidente de la Comisión Federal de Competencia, ante las amenazas que ha recibido. Ante las presiones de las que ha sido objeto. Ante las demandas interpuestas en su contra. Las televisoras presienten que puede votar en contra de la fusión que tanto las beneficia y por ello el ataque. Televisa y TV Azteca temen que alguien prevenga al país del mal en puerta y por ello la agresión. Emilio Azcárraga y Ricardo Salinas Pliego no quieren competir sino coludir; no quieren obedecer al regulador sino doblegarlo; no quieren seguir los lineamientos de la autoridad sino erigirse por encima de ella.

Ésa es la explicación detrás de la exigencia de recusación. Ése es el motivo real detrás del linchamiento amoral. Pérez Motta puede ser un enemigo a la hora de la votación y debe ser aniquilado, desacreditado, marginado. Debe ser presentado como parcial a Carlos Slim, cuando ha intentado multarlo. Debe ser vendido como alineado con los intereses de Telcel, cuando esa empresa hace poco también logró sacarlo de una votación controvertida. Televisión Azteca y Televisa buscan -como lo argumenta la Asociación Mexicana de Derecho a la Información- desplazar a competidores potenciales, lograr una convergencia de intereses en numerosas industrias, limitar el acceso de otros jugadores al espectro radioeléctrico y controlar el mercado de la publicidad. Buscan dominar. Buscan concentrar. Buscan acaparar.

Y con ese afán encontraron a una diputada del PRD dispuesta a exigir la destitución de Pérez Motta por no promover la competencia en el mercado de la tortilla. Y con esos objetivos en mente resucitaron la estrategia exitosa que desplegaron contra Isaac Saba cuando quiso crear una tercera cadena de television abierta. Agredir. Cambiar el tema. Desviar la discusión. Denunciar la concentración monopólica en otros mercados mientras mantienen esa condición en el suyo. Presionar al órgano regulador por no quitar la paja en los ojos ajenos mientras intentan ocultar la viga en los suyos. Arrinconar a la autoridad para que actúe en su favor como ha solido hacerlo.

Habrá quienes argumenten que la fusión Televisa-Iusacell sería pro-competitiva en el ámbito de la telefonía móvil y quizás tengan razón. Pero la Comisión Federal de Competencia debe tener las miras más altas y los objetivos más claros. ¿De qué sirve promover la competencia en un mercado si se frena en otros relacionados? ¿De qué sirve promover políticas pro-competitivas en la telefonía celular si se crea un monopolio más fuerte y más dañino en la television abierta? ¿De qué sirve combatir a un monstruo -Telcel- si se engendra otro igualmente peligroso en la pantalla?

Éstas son las preguntas que la ciudadanía debe hacer y la Comisión Federal de Competencia debe responder. Estos son los temas cruciales que despierta una operación que parecería positiva pero que en realidad no lo es. Televisa y Televisión Azteca tendrían mayores incentivos para cooperar que para pelear. El duopolio de jure se convertiría en el monopolio de facto. Dos actores hiper-poderosos que ya distorsionan a la endeble democracia mexicana podrían hacerlo aún más. Porque el sometimiento a un mal siempre produce otro peor.